viernes, 1 de agosto de 2014

Capìtulo 19: Mujeres

La voz de su hija trajo a Beatriz de un solo tirón, de la nebulosa de placer en la que estaba envuelta, hacia la realidad.

 Sus ojos se abrieron como platos mientras clavaba su mirada en el rostro de Juan Daniel, él estaba tan asombrado como ella, le mantuvo la mirada mientras volvía el sujetador a su sitio y le acomodaba el escote del vestido.

Beatriz estaba paralizada,  la realidad la golpeó bruscamente.



¿Qué había hecho?  ¿En qué había estado pensando? Era el tutor de su hija, afuera estaba Mario a quien había besado minutos antes y.... sus hijos; ¡Dios santo! ¿Cómo los miraría de nuevo a los ojos? Y para cerrar con broche de oro, no sabía nada sobre el hombre que estaba frente a ella y había permitido que se metiera en su piel.


Juan Daniel se apresuró a ponerse la camisa, se acercó a Beatriz y le dio un suave beso en sus labios, se alejó de ella en dirección hacia la puerta mientras ponía el dedo índice sobre su boca indicándole, al monumento de mujer que estaba frente a él, que no hiciera ningún ruido.

Giró el pomo de la puerta y apenas la abrió, bloqueando con su cuerpo la entrada, para que su alumna no pudiera ver en el interior del camerino.


  • Dime Sasha ¿en qué te puedo ayudar?- mientras salía, cerraba la puerta y apoyaba su espalda en ella para que nadie pudiera entrar.
  • Apenas estuvo accesible Sasha se lanzó a su cuello dándole un eufórico abrazo y un sonoro beso en su mejilla - Gracias, muchas gracias. - ella sintió como el cuerpo de su tutor se puso tenso como una tabla, lentamente se separó de él un poco avergonzada con su arrebato, mientras bajaba la mirada y no pudo dejar de observar el bulto que sobresalía en sus pantalones, lo cuál hizo que su cara se tiñera de rojo - Sin usted no hubiera conseguido el 10 y la felicitación de todos los profesores y mis compañeros - le dijo sin poder mirarle a los ojos, para que no pudiera ver su nerviosismo.
  • Juanda se dio cuenta de la incomodidad del momento al percatarse que su intento por cubrir su erección con la parte baja de su camisa había sido en vano - me alegro Sasha.
  • Por si acaso ¿no ha visto a mi mamá? Mi hermano me dijo que había entrado para los camerinos a buscarme, pero no la encuentro -  cambió de tema mientras miraba a un lado y a otro tratando de ver si la encontraba por entre los estudiantes que todavía estaban tras bastidores.
  • No, no la he visto, por qué no vas a buscarla mientras yo termino de arreglar mis cosas y nos vemos afuera y te ayudo a buscarla - se apresuró a proponerle para dar fin a tan incómodo momento.
  • De acuerdo nos vemos afuera - contestó Sasha aliviada por terminar con la tensión del momento y se alejó de Juan Daniel para seguir buscando a su mamá.




 Juanda la vio alejarse y cuando estuvo seguro que no había peligro abrió la puerta y entró al pequeño cuarto.

Beatriz estaba terminado de tratar de arreglar su cabello con los dedos cuando escuchó que la puerta se abría, su corazón se detuvo por un momento hasta que vio aparecer a Juanda y el alma le volvió al cuerpo.  Era la visión más sensual que había visto en su vida, él estaba frente a ella con ese aire de chico rebelde que le daba la camisa por fuera y sus cabellos despeinados, dejó de respirar por unos momentos, hasta que reaccionó y salió de ese efecto hipnótico que la poseía cuando lo tenía en frente, tomó su bolso y se disponía a salir.



  • Yo... debo irme. - dijo sin mirarlo siquiera a la cara, no quería sentirse peor de lo que ya lo hacía si descubría en su mirada que  él la veía como una puta, porque así se sentía ella.
  •  Espera - alcanzó a tomarla delicadamente por el codo pero con suficiente firmeza  para detener la huida de ella - por favor.
  • En el instante que sintió el tacto de su mano en su piel Beatriz sintió como si un millar de hormiguitas recorrieran el trayecto de su brazo hasta el centro entre sus piernas, pasando por sus pechos y su vientre, sus pezones se pusieron como dos rocas y solo pudo cerrar los ojos y sacar de donde sea todas sus fuerzas para no caerse al piso. Su garganta estaba seca, se humedeció los labios y tragó con dificultad mientras trataba que las palabras salieran por su boca - realmente debo irme - lo dijo en un susurro con los ojos apretados, mientras sentía como Juanda se movía a su alrededor y se colocaba frente a ella - mis... mis hijos... me están... esperando.
  • Beatriz, por favor abre los ojos - le dijo mientras acunaba su rostro entre sus manos y lo levantaba para que sus ojos quedaran a la altura de los de él, su corazón parecía una manada de potros salvajes corriendo por un valle.  Temía que al ver sus hermoso ojos verdes viera arrepentimiento en su mirada, eso lo destrozaría.





 Abrió los ojos lentamente y parpadeó varias veces para poder enfocar con claridad el par de ojos que la miraban espectantes, los miró con cuidado tratando de descifrar lo que le decían.  Estaban casi negros, con las pupilas dilatadas por el deseo, hasta podría decir que veía lujuria en ellos pero lo que más predominaba era una calidez que le llegó al corazón, era como si él la acariciara con la mayor ternura posible con sus ojos, pero también había unas chispas de temor.  Él también tenía miedo, quizá no estaba tan asustado como ella pero se dio cuenta que esto que estaba pasando entre ellos era tan nuevo para él como para ella.



  • Lo entiendo - la tenía tan cerca que lo único que quería era volver a sentir su sabor, quería beberse su esencia, pero sabía que no era el momento. Vio en sus ojos deseo, pasión pero sobre todo miedo mucho miedo y eso no le gustó. - ¿a qué le temes tanto? - no pudo contener la pregunta y sintió como una espina se clavaba en su corazón ante  la nueva interrogante que se formaba en su mente, no tardó en decirla - ¿a mí?
  • Los ojos de Beatriz se volvieron de un verde brillante mientras escuchaba la desesperación en la voz de Juanda al hacerle la última pregunta - No, por supuesto que no.  Solo que... - no sabía cómo explicarle lo que sentía - no quiero que pienses que...
  • Puso dos dedos sobre los labios de ella para impedir que siga hablando - sé muy bien la clase de mujer que eres, y si alguien aquí debe disculparse soy yo por haber perdido los estribos y empujarte a una situación que te ha hecho sentir incómoda, pero es que no tienes idea de todo lo que despiertas en mí, preciosa, es muy difícil mantener el control cuando estás a mi lado.


La sinceridad de las palabras de Juanda golpearon su corazón de tal forma que sintió como las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos y luchaba para no dejarlas salir. Él le estaba abriendo su alma y ella no sabía cómo explicarle el gran embrollo que era su vida en esos momentos.




Para qué permitir que un ser humano tan íntegro se embarrara de la mierda que la estaba ahogando...



  • Debo irme - volvió a repetirle - lo siento, creo que las cosas están pasando demasiado rápido - las ideas le atiborraban la mente y no le permitían hilvanar las palabras correctamente - debo volver con mis hijos, realmente lo siento - se alejó de Juanda y desde el mismo instante en que su rostro dejó de sentir sus manos extrañó su calor, caminó hacia la puerta y con el pomo de ésta en su mano se giró y solo pudo volver a repetir - lo siento - mientras salía rápidamente de la habitación.



Caminó como alma que lleva el diablo hacia la parte frontal del auditorio mientras una lágrima se escapó por el borde de su ojo y rodó por su mejilla, se la limpió y respiró profundamente para recuperar la compostura, ya podía ver a sus hijos, en compañía de Mario, en el recibidor del teatro.  Se acercó a ellos lo más calmada posible, y fue directo hacia Sasha.



  •  Mi cielo, estuviste magnífica, estoy tan orgullosa de ti. - le decía mientras abrazaba a su hija y entonces no pudo contenerse más y las lágrimas empezaron a salir sin poder detenerlas.
  •  Mami no llores, por favor - se apresuró a decirle su hija mientras le besaba en la mejilla, Alex se acercaba a ella y acariciaba sus hombros para consolarla y Mario le ofrecía su pañuelo para que limpiara su rostro.
  • Parece que estoy muy sensible - se apresuró a decir mientras trataba de sonreír y alzaba la mirada para ver a sus hijos y a Mario, que tenía la mano estirada con el pañuelo y la cara llena se preocupación y rabia, recordando en el estado que la había encontrado en el baño momentos antes.  Se estiró para tomar el pañuelo  y sólo pudo decir - gracias - esperaba que él entendiera que no era sólo por el pañuelo sino también por la preocupación en sus ojos, por estar pendiente de ella. Entonces se dio cuenta que no lo había presentado con su hija - mi cielo, el es Mario Wright, mi cliente...
  • Y su amigo - se apresuró a decir Mario, mientras le sonreía - ya nos presentamos hace un momento, cuando salió desesperada porque no te encontraba.
  • Es verdad - dijo Sasha - te fui a buscar tras bastidores y no te encontré, ¿dónde estabas? - preguntó llena de curiosidad.
  • La cabeza de Beatríz empezó a trabajar y sin darse ella cuenta se escuchó decir - te fui a buscar y me perdí, esto es tan grande que de un momento a otro no sabía dónde estaba y terminé en el cuarto de utilería, ¿pueden creerlo? - sonrió y esperó que su mentira fuera absolutamente creíble.
  •  No lo dudo ma, este lugar es inmenso, a mí también me pasó en los ensayos - rió Sasha mientras abrazaba a su madre por la cintura.
  • ¿Qué piensan hacer en este momento? - preguntó Mario expectante, esperaba que no tuvieran planes - porque creo que deberíamos celebrar el nacimiento de una estrella - miró a Sasha y le guiñó un ojo.
  • No teníamos ningún plan en concreto, quizá ir a comer algo por ahí - contestó Beatriz asombrada de la camaradería entre Mario y su hija.
  • ¡Sí Mami, vamos a festejar! - suplicó Sasha.
  • Entonces la comida va por mi cuenta - se apresuró a decir Mario.
  • Yo tengo que ir a hacer deberes  - replicó Alex con cara de pocos amigos.
  • Hay no seas aguafiestas - le recriminó su hermana mientras lo empujaba con el codo -  Si estuviéramos en uno de tus partidos y hubieran ganado con un gol tuyo sí quisieras ir a celebrar.
  • Alex abrió la boca para objetar pero la volvió a cerrar y solo dijo por lo bajito - eso es jugar sucio.
  • Ya chicos tranquilos. - Beatriz intervino como siempre lo hacía cuando veía que se avecinaba una pelea entre sus dos amores - Alex tu hermana tiene razón.  Mario, nos encantaría aceptar tu invitación - sabía que quizás hacer eso no era lo mejor pero veía a su hija tan ilusionada que no pudo negarse.
  • Perfecto, déjenme hacer un par de llamadas y nos vamos - pidió Mario mientras sacaba su celular, ponía discado automático y se alejaba un poco de ellos.
  • Mamá ese señor no me gusta - se apresuró a decir Alex, apenas Mario se alejó lo suficiente para que no lo escuchara.
  • Mi vida, él sólo quiere tener una atención especial con nosotros - Beatriz trataba de tranquilizarlo, sabía que era normal que su hijo sintiera celos de Mario.
  •  ¡Mami! Mira ahí está el profe Juan Daniel - dijo Sasha mientras levantaba la mano para llamar la atención de su tutor - profe Juanda por aquí.


 Beatríz sintió como el alma se le cayó al piso, mientras sentía esa extraña sensación, como si tuviera electricidad por todo el cuerpo, cada vez que estaba en el mismo lugar con él.



  • Juanda llegó hasta ellos y no pudo evitar sonreír al ver a Beatriz nuevamente - buenas noches Beatriz, Alex ¿cómo te sientes?
  • Muy bien profesor, listo para entrenar.  Oiga le felicito, ha hecho un excelente trabajo con mi hermana no se la oyó tan mal esta noche - comentaba mientras miraba a Sasha y le hacía una mueca.
  • ¡Mamá! - se quejó Sasha.
  • Estamos a mano - replicó Alex.
  • Por favor chicos, basta ya - qué va a pensar el profesor.
  • Que son unos muchachos afortunados por  tener una excelente mamá y tenerse el uno al otro.  Alex tu hermana tiene un don increíble, yo sólo traté de pulirlo un poco - contestó Juanda mientras paseaba su mirada de Beatriz a Alex y después a Sasha.
  • Gracias profesor, perdón Juan Daniel - dijo Sasha ruborizándose.
  • ¿Para dónde van?, si desean les doy un aventón - no podía dejar de mirar a Beatriz, sentía que no aguantaría mucho más las ganas de tocarla, anhelaba volver a sentir la seda de su piel.
  • Un amigo de mi mamá nos invitó a comer, muchas gracias de todas formas - contestó Sasha.


Beatríz quería que la tierra se abriera y la tragara, solo lo miró y bajó su mirada al suelo.

A Juanda se le paró el mundo.




¿A eso se refería ella con el "lo siento" que había repetido tantas veces? ¿Había venido acompañada al concierto y no se lo había dicho? 
No, cuando el cantó ella sólo estaba con Alex.


Eran muchas interrogantes que se agolpaban en su cabeza mientras sentía el papel doblado en su mano.


  • Quiso sonreír pero solo pudo hacer una mueca - entonces no los demoro más, disfruten su cena y Sasha no te olvides que las tutorías continúan. - le dijo a la jovencita mientras la señalaba con el dedo - adiós campeón - hizo un juego de manos, de esos que los muchachos hacen, con Alex y se acercó a Beatríz ofreciéndole la mano para despedirse y cuando ella la tomó, tiró de ella para quedar a su lado mientras le decía muy cerca de su oído - ha sido un placer verla, espero volver a encontrarnos muy pronto y depositaba un suave roce de sus labios en su mejilla.


Beatríz sintió que se le hacían agua los helados, pero su cara fue una interrogación al sentir el papel doblado que Juanda estaba dejando en su mano.

Se separaron, él le guiñó un ojo y se alejó de ellos mientras se despedía con la mano.  Ella se apresuró a guardar el papelito en el bolsillo de su vestido.



  • Mario llegó por detrás de ella y les dijo - listo ya todo está arreglado en un minuto está aquí el auto para irnos.




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Esa misma noche, ya en su habitación Beatríz estaba sentada sobre sus piernas cruzadas en el centro de su cama, viendo el papelito doblado que estaba a pocos centímetros frente a ella, pensando si debía o no abrirlo.  Lo tomó y empezó a jugar con él entre sus dedos mientras meditaba en cómo había terminado el día.



 La cena fue fabulosa, Mario los llevó a un restaurante muy exclusivo en el que había música en vivo, el ambiente era perfecto.  Disfrutaron de una increíble velada y él nunca hizo ninguna insinuación con respecto al beso que se habían dado, lo cual ella le agradeció mucho.  Camino al departamento le contó que el lunes salía para Marruecos por negocios y que regresaría en quince días, le dijo que si necesitaba algo con referencia a los procesos se comunicara con Tomás García, que él la ayudaría en todo.

Al llegar frente al departamento los tres se despidieron y bajaron del auto con toda la tranquilidad del caso, Alex todavía no confiaba en Mario y Beatríz no entendía por qué, mientras Sasha estaba deslumbrada por todos los lujos y modales tan refinados de él.

 Mario era un hombre muy interesante y disfrutaba el tiempo que compartía con él pero no era ni remotamente parecido a lo que sentía cuando Juanda estaba cerca.  Era como si el interruptor de su cuerpo automáticamente se pusiera en ON para Juan Daniel, todos sus sentidos se agudizaban y sentía esa electricidad por todo su cuerpo.  Solo de pensar en él sentía que su cuerpo se encendía, miró el papelito y muy lentamente empezó a desdoblarlo mientras recordaba todo lo que él le había hecho sentir esa tarde.

Cuando lo tuvo totalmente estirado, admiró la hermosa caligrafía que se dibujaba frente a ella y empezó a leer.



Mi gatita preciosa:

Gracias por darme la mejor tarde de toda mi vida.

Sé que todo esto que está surgiendo entre los dos es nuevo para ti, para mi también lo es. Por favor discúlpame si me excedí, pero realmente cuando estás junto a mí no puedo controlarme.

No imaginas todas las noches que he pensado en ti y en todo lo que quisiera que hagamos juntos.  Hubieron momentos en los que realmente creí que nunca te iba a volver a ver y ahora que te he encontrado, no pienso dejarte ir.

Ansío que nos volvamos a ver pronto y podamos terminar lo que empezamos.

Espero que mi número siga guardado en el directorio de tu celular y que te animes a contactarme.

Un beso.

 Juanda.



Beatríz sintió que la cara le ardía al ser consciente de la promesa hecha si  volvían a verse,  y si eso sólo había sido el principio, no podía ni imaginarse todo lo que podría venir después.

 De repente abrió el cajón de su mesita de noche y empezó a buscar entre todas las cosas que tenía ahí, sus ojos se iluminaron al tener en su mano lo que tanto buscaba y una sonrisa se dibujó en su rostro al abrir la pequeña nota y comparar la letra con la carta que Juanda le había dado, eran exactamente iguales.  Las presionó contra su pecho y se dejó caer boca arriba en la cama mientras sonreía y miraba al techo, se sentía como una quinceañera ilusionada con su primer amor.

Se quedó dormida sosteniendo en sus manos los dos papeles y con una sonrisa llena de ilusiones.


¿Sería este el rayito de sol en mitad de la tormenta?



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El fin de semana lo pasó como si estuviera caminando sobre una nube.  Varias veces se descubrió a si misma sonriendo con la mirada perdida en sus recuerdos, quería disfrutar de ellos una y otra vez.  Al cerrar sus ojos podía sentir las manos de Juan Daniel tocándola, mientras recordaba perfectamente su olor y ese calor que emanaba de su cuerpo cuando estaba junto al suyo.



Era domingo en la noche y ella estaba acostada en su cama  con su celular en la mano mirando el nombre del hombre que la traía loca y media junto a la serie de diez dígitos debajo de éste, estaba entre la indecisión de enviarle un mensaje o no, cuando su IPhone empezó a vibrar en su mano y el tono de llamada entrante sonó por toda la habitación, dio un brinco de sorpresa mientras veía el número desconocido que aparecía en la pantalla.



¿Quién podría llamarla un domingo y a esta hora? ¿Sería Juan Daniel?

Emocionada desbloqueó la llamada y contestó.



  •  Aló - un vacío se empezó a formar en su estómago. 
  • Hola princesa, ¿qué tal tu fin de semana? - la voz que le hablaba era ronca y demasiado melosa.
  • Sólo existía una persona que la llamada princesa, esa voz era inconfundible, el vacío en su estómago creció vertiginosamente apoderándose también de su pecho - ¿Qué es lo que quieres? ¿Cómo conseguiste mi número y cómo te atreves a llamarme después de lo que me hiciste? - Beatriz hablaba entre dientes y en voz baja cuidando que sus hijos no la escucharan.
  • ¿Esa es manera de saludar a tu maridito? - Esteban le preguntó, tan meloso como hace un momento pero con un toque de ironía en su voz - haber vamos a contestar tus preguntas: pregunta uno sólo quería saber cómo habías pasado el fin de semana.  Pregunta dos, yo sé todo de ti, absolutamente todo. Y tercera pregunta, yo no he hecho nada malo, simplemente he reclamado lo que ya era mío.
  • Nada es tuyo, todo lo perdiste el día que lloré tu muerte - contestó Beatriz llena de rabia - no puedes reclamar algo que tú mismo abandonaste.
  •  Princesa estoy tratando de ser lo más paciente posible pero todo tiene un límite y tú estás a punto de llegar al de mi paciencia.  No quiero lastimarte - sus últimas palabras habían sido una advertencia.
  • Ya lo hiciste, en el momento en que nos abandonaste.  No me vuelvas a llamar, ni buscar. Nunca voy a cambiar de opinión - su voz era firme y resuelta.
  •  Ya lo veremos, princesa, ya lo veremos. - Esteban terminó de hablar y colgó sin darle tiempo a Beatriz de responderle, estaba a punto de olvidarse de las buenas maneras y simplemente coger lo que le pertenecía. Aunque quería que ella regresara con él voluntariamente, Beatriz se lo estaba poniendo muy complicado.

Beatriz se quedó con la palabra en la boca cuando escuchó que él colgó la llamada, miró el teléfono y lo tiró sobre la cama.





Esa era su realidad, sabía que Esteban nunca la iba a dejar tranquila. La impotencia empezó a apoderarse de ella y las lágrimas de coraje empezaron a resbalar por sus mejillas.

 Sentía que iba a explotar, que esta situación la sobrepasaba.
Automáticamente empezó a escribir un mensaje, necesitaba hablar con alguien, necesitaba desahogarse.


Beatríz: Julls ¿estás despierta?

La respuesta no tardó en llegar.

Julissa: Biiiiiiii, hasta que apareció la perdida.

Beatríz: Amiga estoy al borde del colapso.

Julissa: ¿Qué pasó? Cuéntamelo todo.

Beatríz: Esteban está vivo...

Julissa: ¡QUÉ!  Ya te llamo

Beatriz: Ok

Apenas envió el mensaje el teléfono de la casa comenzó a timbrar, se apresuró a contestarlo, sabía que era ella por el identificador de llamadas.


  • Julls - su voz se quebró y las lágrimas salieron con más fuerza.
  • Dios mío Bi, ¿estás totalmente segura de lo que me estás diciendo? - Julissa no podía salir de su asombro - no será que lo confundiste con alguien más y te pareció que era él.
  •  Sí claro, y esa persona me visitó en la oficina, me acorraló en el baño del auditorio de conservatorio minutos antes que su hija se presentara y me acaba de llamar para amenazarme - las lágrimas no paraban de brotar y dieron paso a un sentimiento de frustración.
  • Amiga, disculpa pero ese no suena como a Esteban, él siempre era tan atento y caballeroso, siempre mirando por tus ojos. ¿Qué no hubiera dado yo por tener un hombre así en mi vida? - el tono de Jullisa era de total incredulidad y nostalgia.
  • Yo también me sorprendí tanto o más que tú, amiga, pero del Esteban que nosotras conocimos no queda ni un poquito.  Es como si lo hubiera enterrado en el cementerio de mascotas y haya resucitado la peor versión de él - le explicó.
  •  ¡Hay Bi! tú y tus películas de terror.
  • Es el mejor ejemplo que te puedo dar Julls.  Todo esto me sobrepasa, no sé cuánto tiempo más podré resistir, siento que estoy a punto de caer en picada - le confesó mientras sentía que el vacío de la incertidumbre y el temor empezaban a apoderarse de su estómago.
  • Amiga, es que se me hace tan difícil creerlo - le refutaba Julls.
  • Bueno, si no me quieres creer  allá tú.  Pero luego no llores sobre mi tumba cuando me encuentren en cualquier  quebrada totalmente descuartizada - le amenazó.
  •  Deja de ser tan dramática, Bi - la regañó - mira, hagamos una cosa, mi nueva conquista tiene un bar allá y me invitó este fin de semana a pasar con él, qué te parece si en vez de quedarme con él me quedo contigo y así nos divertimos un poco y te olvidas de todo esto por lo menos por el fin de semana.
  • Yo no quiero cambiar tus planes, Julls.  Simplemente necesitaba hablar con alguien, desahogarme un poco - se apresuró a decir casi en un susurro, desde que había salido a flote de la crisis por la muerte de Esteban, se había hecho el propósito de no depender de nadie.
  • Dale con tu cantaleta, mujer.  ¿Para qué somos las amigas, sino para apoyarnos en estos momentos?  Así que espérame, salgo el viernes en el último vuelo. ¿Los chicos viene para acá, verdad?.
  • Si, esta semana les toca pasar con su abuela - automáticamente pensó en su ex suegra y en cuánto había sufrido por la muerte de Esteban. ¿Sabría ella que él estaba vivo?
  • ¡Hey, Bi! ¿Sigues ahí? - preguntó Jullissa ante el silencio al otro lado de la línea.
  • Sí, aquí estoy - le contestó, mientras volvía a la realidad.
  • Entonces, no hagas planes para este fin de semana que vamos a revolucionar Quito.  ¿Podrás sobrevivir hasta que llegue? - le preguntó burlonamente.
  • Beatriz viró los ojos, mientras negaba con la cabeza - si podré hacerlo.
  • Esa es mi chica.
  • Julls, gracias por siempre estar ahí - se apresuró a decirle Beatriz - Te quiero mucho.
  • La voz llena de gratitud hizo que Jullissa quisiera estar en ese momento ya a su lado para animarla, sabía que este descubrimiento le estaba golpeando muy fuerte, pero sólo pudo decir - Yo más gatita.  Ahora vete a dormir que mañana tenemos que trabajar.
  • Hasta el viernes - al escuchar esa palabra, automáticamente recordó a Juanda y una sonrisa se dibujó en su hermoso rostro.
  • Hasta el viernes.

Hablar con su amiga siempre la tranquilizaba, ella tenía la capacidad de cambiar el día más gris en su vida y hacerla sonreir.  Aunque su amistad no había nacido en la niñez ni era de esas de años, ella creía que la conexión que habían hecho en poco tiempo era tan fuerte que la sentía como su hermana.

Sacó del cajón de la mesita de noche la carta de Juanda y la volvió a leer, se descubrió a sí misma anhelando que se cumpliera la promesa del próximo encuentro.  Sentía que sólo él podía hacerle olvidar la pesadilla en que se había convertido su vida y con eso en mente se quedó dormida.



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La semana pasó sin noticias de Esteban, y estuvo tan ocupada que poco pensó en Juan Daniel.  Se había dedicado de lleno a trabajar con el proceso de los Emporios Wright y realmente había hecho muchos avances, se sentía muy satisfecha con los resultados, la próxima semana empezarían con la segunda fase de la selección.  Eso la emocionaba mucho, aunque el hecho de dejar solos a sus hijos, mientras viajaba a otras ciudades, a entrevistar a los candidatos que habían cumplido los requisitos académicos y de experiencia, no le terminaba de convencer.  Sabía que Tita cuidaría muy bien de ellos.  Si seguía a ese ritmo terminaría el proceso mucho antes de lo planeado.

En la tarde Julls le había llamada para recordarle que comprara los snacks, el jugo de naranja y la champaña, que ella se encargaba de llevar el resto.  Iban a tener una noche de chicas por todo lo alto.  

Así que salió de su oficina con el propósito de pasar por el supermercado, cuando se encontró en recepción a una Sharon con los ojos hecho papa y la nariz como un tomate de lo roja que estaba.  No necesitaba preguntarle que le ocurría sabía que había estado llorando, como toda la semana, por aquel chico que cobardemente ni siquiera se dignaba en contestarle el teléfono.  No entendía cómo podían existir hombres tan cobardes que, en vez de dar la cara y poner un punto final a una relación, se limitaban a desaparecer del mapa dejando a mujeres como Sharon a la deriva y con el corazón roto.  El poco hombre de Esteban había hecho lo mismo, sin importarle montar el teatro de su muerte y con eso afectar a mucha gente.  

Sintió lástima por la recepcionista, pero no se detuvo a hablar con ella, prefirió seguir de largo hacia el elevador, verla le recordaba cómo ella había estado hace unos meses atrás.

Cuando llegó a casa, ya Tita se había ido pero les había dejado una deliciosa lasaña en el horno, para ella y su visita, porque los chicos como todos los viernes llegarían después de comer con sus respectivos amigos.

Todo el departamento estaba envuelto en el agradable aroma de la lasaña y esto hizo que el estómago de Beatriz protestara del hambre.  Se había olvidado de almorzar por dejar todo listo para la otra semana, porque sabía que este fin de semana su amiga no permitiría que trabajara en nada, sino que sería un fin de semana de total y extravagante diversión y si tomaba en cuenta la conversación que habían tenido no se equivocaba.

Se cambió de ropa por algo más cómodo: un pantalón de gimnasia negro, camiseta, verde botella, de algodón de cuello en "v" que dejaba ver una línea fina de su estómago, chompa y medias del mismo color del pantalón.  Estaba terminando de vestirse cuando sonó el timbre, se apresuró a abrir la puerta y entraron sus dos hijos como un torbellino preguntando si la tía Julls ya había llegado, ellos la querían tanto como Beatriz.  Ante la negativa de su mamá Sasha y Alex se fueron a sus cuartos a terminar de arreglar sus maletas para irse a Manta en el carro de las diez de la noche.

Cuando eran pasadas las nueve de la noche Bi estaba al borde del colapso, Julls no daba señales de vida, el último vuelo desde Manta había llegado faltando cuarto para las ocho de la noche.  Sí, había llamado al aeropuerto por la información.  

Ella debía llevar a sus hijos a la estación de buses y no podía esperarla más, así que optó por dejarle las llaves del departamento con el portero y recomendársela si llegaba antes que ella.  Mientras esperaban un taxi para ir a la Estación, una GMC Sierra doble cabina, de color negro, se estacionó frente a ellos.  Mientras el vidrio polarizado descendía y un cabello color caoba se veía enmarcando el rostro de su amiga.





  • Bi sube, los llevamos a la estación - se apresuró a decir Julls con una sonrisa de bien cojida.
  • Beatriz la quedó mirando con cara de cabreada y sólo atinó a decir - chicos suban, mientras abría la puerta del asiento trasero.
  • Hola sobrinos gemelos favoritos - saludó a los chicos con una voz llena de engreimiento.
  • Tía somos tus únicos sobrinos gemelos - le contestó Alex mientras se lanzaba a su cuello y le daba un sonoro beso.
  • Al fin llegaste - se apresuró a decir Sasha mientras también se acercaba sobre el asiento para darle un beso - aunque estoy molesta contigo - le dijo haciendo un puchero.
  • Poniendo la mano en el pecho y la cara de interrogación, mirando de un lado a otro, como buscando a quién se refería Sasha - ¿Conmigo, y yo qué he hecho?.
  • Claro que sí. ¿Cómo puedes venir justo cuando nosotros nos vamos? ¡No es justo! - la joven se cruzaba de brazos en señal de resentimiento.
  •  Mi pequeña, no te pongas así, te prometo que la próxima vez coincido con un fin de semana que ustedes estén aquí y nos vamos a pasear.  ¿Te parece? - se apresuró a decir tratando de encontrar el perdón de su sobrina putativa. 


Beatriz solo saludó con un "Buenas noches" cuando entró en la camioneta y no habló más hasta que llegaron a la estación de buses.  Llegaron justo a tiempo para que los chicos no perdieran el carro.  Una vez que perdió de vista al bus donde iban sus hijos, se dio vuelta sobre sus talones y se encontró con la cara de su amiga que la veía con preocupación.

  • Bi, ¿te encuentras bien? 
  • No, no lo estoy - se apresuró a contestar sacando todo el coraje que llevaba dentro.
  • ¡Epa! tranquila, que yo no te he hecho nada - exclamó mientras levantaba las manos abiertas en son de rendición.
  • ¡Que tú no me has hecho nada!  Te parece poco, llegar  antes de las ocho de la noche y no aparecer hasta pasadas las nueve y encima de todo no contestar el teléfono. - sentía que su cara ardía y que los ojos le picaban.
  • Ah, es por eso - se mordió el interior de la mejilla para no reirse pero no pudo evitar que sus labios dibujaran una leve sonrisa - no sabía que Vic estaría esperándome en el aeropuerto y bueno pues quiso darme la bienvenida - su sonrisa se tiñó de picardía mientras se extendía por toda su cara.
  • Ya me dí cuenta... - ver la cara de felicidad de su amiga hizo que todo su enojo desapareciera y le devolvió la sonrisa.
  • Jullissa la abrazó, mientras le decía - perdóname, estaba tan emocionada de que me haya ido a ver que me olvidé de todo, ni siquiera prendí mi teléfono - el remordimiento se la estaba comiendo viva.
  • Te perdono - dijo, mientras se soltaba del abrazo y la miraba a los ojos - pero no lo vuelvas a hacer - y le regaló un guiño.  Vamos que quiero presentártelo - le pasó el brazo sobre los hombros de Beatriz mientras caminaban hacia la camioneta.

Cuando llegaron al departamento Julls se encargó de preparar una jarra grande de mimosas y ponerla junto con los snacks en la mesa de centro de la sala, mientras Bi ponía la música y se instalaba en el sillón frente al gran ventanal.  Mientras Julls la puso al día sobre los chismes de toda la ciudad la jarra de mimosas se terminó y su amiga se levantó más alegre de lo normal y se perdió en el cuarto de Beatriz, después de unos minutos salió con dos botellas de tequila, una en cada mano mientras decía:

  • Ahora sí, ¡se prendió la fiesta!

Beatriz se quedó con la boca abierta, al imaginarse lo que les esperaba, mientras Julls las ponía en la mesa e iba a la cocina por limón y sal.  Su amiga sabía cuál era su debilidad, y pensándolo bien quizás si necesitaba adormecer su cerebro para que no la perturbara más.

Después del segundo trago, Julls disparó a matar.

  • Bueno, ¿me vas a contar quién es o no? - la enfrentó.
  • ¿A qué te refieres? - preguntó mientras miraba como se llenaban de líquido ámbar, una vez más, los pequeños vasos.
  • Bi, sé que tengo cara de tonta pero no lo soy - contestó mientras le entregaba su tercer shot de tequila junto con una rodaja de limón - para que el clon maldito de Esteban haya aparecido en tu vida, estás muy tranquila; y eso quiere decir o que tu no eres mi amiga Bi o hay alguien más en tu vida que te está ayudando a enfrentar esta nueva prueba que la vida te pone... 
  • No tengo idea a qué te refieres - dijo mientras preparaba la sal en su mano.
  • ¿Quieres jugar a las 10 preguntas? - la miraba empezando a molestarse con Beatriz por querer hacerse la difícil.
  • No es mala idea - le regaló una sonrisa pícara, mientras podía ver cómo el humor de su mejor amiga estaba empezando a cambiar de rosa a negro.  Tomó su trago y  se lo bebió de un solo tirón para que le diera las fuerzas necesarias para contarle a Julls sobre Juan Daniel - está bien, ponte cómoda porque con lo que te voy a contar te vas a caer para atrás...


Después de dos botellas de tequila y que Beatriz le contara todo sobre Juan Daniel, y como dijo Julls no en blanco y negro sino en HD, las dos amigas alcanzaron a llegar  a la cama en cuatro patas y se quedaron dormidas, sin siquiera sacarse lo que llevaban puestas.




  

El timbre del teléfono hizo que Beatriz deseara no estar viva, era como si lo tuviera dentro de su cabeza.  Apenas abrió un ojo y lo tomó de la mesita de noche.


  • Aló - hasta su voz retumbaba en su cabeza.
  • Mami, ¿estás bien? - Sasha preguntaba al otro lado de la línea muy preocupada.
  • Hola mi vida.  Si estoy bien. ¿Cómo llegaron? - logró decir.
  • Muy bien, sin novedades.  Te he estado llamando desde las ocho de la mañana y no me contestabas. Estábamos muy preocupados - le reprochó su hija.  
  • Es que anoche nos quedamos conversando con tu tía Julls hasta muy tarde - se excusó.
  • Si mami, pero son las tres de la tarde - el tono de Sasha era de sorpresa.
  • ¡Qué! ¡No puede ser! - abrió los ojos y todo el sueño se le fue en un segundo - Dios es super tarde - escuchó como Sasha reía al otro lado de la línea.
  • Creo que voy a prohibirte que te juntes con la tía Julls - le decía en un tono severo - es una muy mala influencia para ti - apenas terminó de hablar ella y Alex soltaron una carcajada que lo único que logró fue hacer que Beatriz sonriera.
  • Si mamá - contestó, en tono de burla.
  • Mami, relájate y disfruta y no te olvides que te amamos - gritó Alex para que su mamá lo escuchara- Bueno mami, te dejamos descansar y por esta vez estoy de acuerdo con mi hermano disfruta. Te quiero.
  • Yo más  mis amores, ustedes también disfruten y estamos en cantacto.  Por favor pórtense bien y saluden a su abuelita de mi parte - les lanzó un beso por el auricular mientras escuchaba como ellos hacían lo mismo y colgaban la llamada.

Se giró para encontrarse con Julls, que dormía a pierna suelta.  Se moría del hambre.  Esa era una de las ventajas del buen tequila, a más de un dolor de cabeza al siguiente día todo podía transcurrir con normalidad.  Se levantó de la cama y fue directo a la ducha, cuando salió Julls seguía desparramada en toda la cama y... roncando.

Hizo el desayuno/almuerzo y cuando todo estuvo listo fue a despertar a su amiga, comieron y pasaron el resto de la tarde viendo películas y dormitando.  

A las siete de la noche comenzaron a arreglarse.  El novio de Julls, Victor, les había invitado a su bar, un lugar donde había música en vivo, podías tomar unos tragos y bailar a gusto.  Así que Julls estaba jalando a Bi a "revolucionar Quito", en palabras textuales de su amiga y ella había decidido disfrutar al límite este fin de semana.

Cuando llegaron al bar, el grandulón de la puerta las hizo pasar enseguida, cuando Jullissa le dio su nombre.  Sentado en la barra estaba Victor, impecablemente vestido, y Beatriz pudo ver cómo se le iluminó la mirada al ver llegar a su amiga.  Saludaron y él les comentó que hace no mucho había terminado la presentación del cantante de planta, que hacía unos cover increíbles, mientras pedía dos cucarachas (cóctel flameado que lleva vodka, brandy, ron, kalhua y tequila) y un whisky.  Después del tercer cóctel Beatriz se sentía tan animada que hasta estaba bailando sentada en su silla y conversaba muy animadamente con Victor, como si se conocieran de toda la vida.  Eso le encantaba a Julls.

De repente empezó a sonar la canción Mujeres de Fanny Lu y Julls tomó a Beatriz de la mano y la arrastró a la pista de baile, mientras le decía:

  • ¡De hoy en adelante esta canción es nuestro himno!


Beatriz estaba tan contenta que empezó a bailar con su amiga mientras cantaban el coro a voz en cuello.  De repente, cuando empezaba a escucharse el cambio de canción, vio palidecer a Julls y sintió como unas manos, que no eran desconocidas para ella, la tomaban de la cintura y la atraían hacia el resto del cuerpo.  Ella sintió como su espalda chocaba con un duro pecho mientras un cálido aliento recorría su cuello, pero por más que intentaba darse la vuelta para confirmar a quién pertenecía ese cuerpo, las manos no se lo permitían.  Hasta que la canción cambió totalmente y le dio la vuelta encontrándose con esa mirada que recordaba muy bien.





martes, 10 de junio de 2014

Capítulo 18: Déjame

La burbuja en la que se encontraban se rompió automáticamente.

Beatriz le entregó el vaso de chocolate a Juanda y se acercó lo más rápido que pudo a Alex, quien estaba tratando de descubrir en dónde se encontraba; al tiempo que Juan Daniel dejaba el vaso encima de la mesita que estaba junto a la cama y se dirigía a la puerta diciendo:

  •             Voy a llamar a la enfermera.


Beatriz a duras penas lo escuchó mientras tomaba la mano de su hijo y con la otra le acariciaba la cabeza, depositando un beso lleno de amor en su frente.

  • Tranquilo mi vida, no te muevas.  Estamos en el hospital.  ¿Cómo te sientes? – se apresuró a decirle al oído, con la voz más calmada que pudo.        


  • Mami, me duele la barriga – le contestó el joven ya más orientado.

  • Sí mi tesoro, te la golpeaste muy fuerte – le decía mientras sonreía y le llenaba de besos todo el rostro - ¿recuerdas lo que te pasó?

  •  Recuerdo que estaba terminando el entrenamiento y estábamos haciendo unos pases con Gabriel, cuando sentí como si el balón me perforara el estómago y saliera por mi espalda, después todo se puso negro – contaba Alex mientras su madre seguía acariciando su cabello.


En ese momento ingresaban en la habitación dos enfermeras junto con la doctora de guardia y le pedían que esperara un momento afuera, mientras ellas examinaban a su hijo.

Beatriz le dio otro beso en la frente a su pequeño y salió de la habitación de muy mala gana, no entendía por qué no podía quedarse ahí mientras examinaban a su hijo.




Ni bien cerraba la puerta de la habitación se encontró con la mirada de Juanda, quien la observaba sin perder detalle de sus movimientos.  En ese instante recordó lo que minutos antes estaba pensando en hacer y sus ojos automáticamente se posaron en su provocativa boca y sintió como el rubor en sus mejillas empezó a subir.  Al verla tan avergonzada él se acercó a ella  lo más natural posible y le preguntó.


  • ¿Cómo está? – mientras la conducía hacia el sillón que se encontraba al final del pasillo, para que tomara asiento.


  • Un poco asustado, pero creo que bien – contestó tomando asiento y sintiendo el calor que emana del cuerpo de Juan Daniel, que se sentaba junto a ella, sin poder verle a la cara a aquel bombón, respiró profundo y soltó – muchas gracias – mientras se llenaba de todas sus fuerzas y levantaba su mirada hacia él – por todo.


  • No hay nada que agradecer – la tomaba de la mano – es lo menos que puedo hacer por ti – mientras se encontraba con el verde de la mirada de aquella mujer que tantas noches le había quitado el sueño – lo único que quiero es verte feliz.


  • Profesor Alcázar…


  • Juan Daniel o si prefieres Juanda – la interrumpió mientras mojaba sus labios mirando los de Beatriz.


  • Juan Daniel – repitió ella  mirando como la lengua de él se paseaba entre sus labios  y sentía como la temperatura de su cuerpo aumentaba y su respiración se aceleraba, la estaba provocando – necesito que me digas de dónde nos conocemos, sé que no hemos tomado el café que deseabas pero te he aceptado un chocolate, que a la final es lo mismo – le exigía mientras recordaba todas las noches que había soñado con él sin saber que no era producto de su imaginación sino un recuerdo de su subconsciente. 


  • De acuerdo, por esta vez te la dejaré pasar, aunque un chocolate nunca se comparará a un café  - le guiñaba un ojo y le sonreía – nos hemos visto dos veces en un solo día y es entendible que no lo recuerdes, la primera porque estabas perdida en tus pensamientos y la segunda porque estabas inconsciente.



En ese momento los ojos de Beatriz se abrieron como platos y todo en su cabeza, de repente, tuvo sentido.  Los recuerdos del fin de semana pasaron por su mente como una película: el auto, la farmacia y la nota.  Como un reflejo se tapó la boca para ahogar una exclamación de asombro.  El hombre que estaba frente a ella y que le despertaba tantas sensaciones era el mismo que le había dejado la nota aquella noche que creyó ver a  Esteban.


  • Tú, tú… tú eres Juan Daniel; el mismo Juan Daniel que me mandó a visitar al doctor y…


  • Exacto – se apresuró a decir - ¿por qué nunca me llamaste? – de sus labios salió como un rayo la pregunta que tantas noches, acostado en su cama, se había hecho.


  • Necesito que me digas qué ocurrió esa noche, ¿hice algo de lo cual deba sentirme avergonzada? – le suplicó con la mirada, tratando de reponerse del shock que descubrir todo esto le había causado.


  • Sólo me llamaste mi amor, me  besaste y me pediste que te hiciera mía – le decía mientras miraba la reacción que sus palabras causaban en ella.


  • ¡Oh Dios mío! – exclamó ella mientras tapaba su cara con las manos y quería que la tierra se abriera y  la tragara.


Juan Daniel no pudo aguantar la risa que peleaba con sus labios por salir de su boca al ver cómo un rojo intenso llenaba la cara de Beatriz  y llegaba hasta sus orejas.


  • No es verdad, tranquila – le decía mientras posaba su mano en la espalda de ella – pero si quieres saber la verdad deberás responder mi pregunta primero.


  • ¡Qué chistosito! – se apresuró a contestarle Beatriz mientras le daba un pequeño empujón, pero esta me la pagas bombón, pensó.  – De acuerdo – respiró profundo y soltó el aire lentamente – no sabía que había podido haber hecho y no quería ser la burla de nadie,  así que la mejor idea que tuve fue no llamar.


  • ¿Y no pensaste que la otra persona estaría esperando la llamada, preocupado por ti? – le reprochó.


  • No realmente no lo pensé – miraba al suelo y de repente levantó la cabeza y clavó sus ojos en la mirada de Juanda - ¿Estabas esperando mi llamada? ¿Estabas preocupado por mí? – Esa confesión de aquel monumento de hombre le hacía sentirse extraña.


  • Por supuesto, sino ¿para qué dejaría una nota? – contestó un poco cabreado por la sinceridad con que Beatriz le respondió – no te imaginas cuántas noches no he podido dormir  pensando en ti.


  • ¿Me estás tomando el pelo otra vez?, no me gusta que jueguen conmigo – dijo ella poniéndose a la defensiva.


  • Nunca he hablado tan en serio en toda mi vida – le dijo mientras con la mano libre le acariciaba el rostro y se acercaba lentamente hasta su boca.


Beatriz sólo cerró sus ojos, deseaba tanto lo que estaba a punto de pasar que quería sentirlo con todos sus sentidos.  Cuando sintió el roce de los labios de Juanda, escuchó la voz de una mujer que decía:


  • Sra. Vinueza


Se separaron con el mal sabor de boca de no haber podido saciar sus deseos por tercera vez, mientras Beatriz se levantaba del sillón.

  • Sí, yo soy.


  • Ya puede entrar – le dijo la enfermera mientras pasaba su mirada entre ella y Juan Daniel y sonreía cómplice de lo que había visto.


  • ¿Cómo está mi hijo? – preguntó.


  • Perfectamente, la doctora acaba de firmar el alta para que se lo lleve mañana a primera hora – la enfermera le sonrió y se dio la vuelta para dirigirse a la estación de enfermería.


Juan Daniel se levantó detrás de Beatriz y antes que entrara en la habitación la tomó de la mano.

  • Creo que yo me voy – su mirada se alternaba entre sus ojos y esa boca que deseaba tanto – me alegro de que todo no haya pasado de un gran susto.


  • De nuevo muchas gracias, Juan Daniel no sé si hubiera podido soportar esto estando sola.


  • No tienes que agradecerme, desde hoy puedes contar conmigo para todo lo que desees – la miró directamente a los ojos y reiteró – todo.


  • Lo tomaré en cuenta – le dijo ella con una sonrisa pícara.


  • ¿Nos vemos mañana en el concierto? – le preguntó, aunque ya sabía su respuesta.


  • Por supuesto, a las ocho de la noche estaremos ahí – contestó – aunque creo que Sasha debe estar antes.


  • Sí ella debe ir a las seis para el último ensayo.


  • Entonces hasta mañana  - se acercó hasta su mejilla para despedirse.


  • Hasta mañana, estaré contando las horas para volver a vernos – le susurró al oído mientras depositaba un beso lleno de deseo en su mejilla y se dio la vuelta para dirigirse al ascensor.


Beatriz vio como Juanda se alejaba, con la mano en el pomo de la puerta de la habitación de su hijo.

¿Cómo un hombre como él, que podía tener a cuanta mujer quisiera, no había podido dormir por pensar en ella?
¿Sería verdad todo lo que dijo o sólo era una estrategia para seducirla?
Como sea, realmente no le importaba ser seducida por él.


Las sensaciones que ese hombre despertaba en su cuerpo, cuando estaba junto a ella, eran tan fuertes y diferentes a todo lo que alguna vez había sentido, ni siquiera con Esteban se había sentido tan segura y protegida.

Entró en la habitación de Alex y comprobó que dormía profundamente, se sentó en el sillón que estaba en la esquina de la habitación  mientras lo contemplaba.   De repente un pensamiento asaltó su mente:


¿Si hubiera sido algo más grave, y si hubiera sido necesaria una transfusión de sangre o algo por el estilo? ¿Qué habría hecho?
Nadie podía enterarse del gran secreto que guardaba su corazón.  Había jurado nunca decírselo a nadie y pensaba guardar ese juramento hasta la muerte.



***

A la mañana siguiente, Alex se despertó como si nada le hubiera pasado.  A más de un leve dolor en los músculos del estómago y un pequeño moretón, no había ninguna otra señal del gran susto que habían vivido la noche anterior.

Después de hacer el papeleo para poder salir de la clínica, se fueron al departamento, donde los esperaba Saha y Tita con carteles de bienvenida y un delicioso desayuno.  Todos desayunaron muy a gusto, Tita siempre sabía cómo ponerlos contentos con las exquisiteces que preparaba. 

Terminaron de comer y cada uno se fue a su respectiva habitación; Alex a hacer sus deberes para la siguiente semana, Beatriz a descansar después de una noche de perros y Sasha a ultimar los detalles de lo que iba a usar para el concierto.



A las ocho menos cuarto, llegaba Beatriz de la mano de Alex al auditorio principal del Conservatorio Nacional de Música y buscaban un lugar estratégico para disfrutar del concierto.  Una vez que estuvieron ubicados, ella empezó a leer el programa que le habían dado en la entrada.  Contuvo la respiración al ver el nombre de la persona que le había quitado el sueño, como protagonista del número de apertura, con la interpretación de la canción Déjame de Piso 21.

No entendía por qué se sentía tan nerviosa al solo ver su nombre en un papel, ya no era una muchachita para ponerse de esa manera, pero no lo podía evitar.

Tras bastidores, Juan Daniel seguía con la mirada el avance de la mujer de su vida y observaba cómo tomaba asiento en la segunda fila mientras esperaba que empezara el concierto.

A los pocos minutos las luces del auditorio se apagaron y se escuchó una voz en off que les daba la bienvenida al DÉCIMO QUINTO CONCIERTO ESTUDIANTIL   y anunciaba al invitado especial de la noche.  Se abría el telón y en el centro del escenario estaba él con un pantalón negro de tela, que revelaba el perfecto trasero, las piernas fuertes y ni hablar de la buena dotación de su equipo viril.  La camisa blanca arremangada hasta los codos y abierta de manera casual mostrando un pequeño dije de madera y parte de su pecho, dejaba a la imaginación el magnífico torso que debía poseer y que la prenda insinuaba.  La cereza de tan delicioso pastel  era la chaqueta, que hacía que sus hombros se vieran tan fuertes y formaban un triángulo invertido en conjunto con su angosta cintura.





El simple hecho de sólo verlo parado allí, había hecho que Beatriz contuviera la respiración, sintiendo que los dos eran los únicos en el gran auditorio e imaginando cómo sería tenerlo sin tanta ropa.

Cuando empezaron los acordes de la canción y él clavó la mirada directamente en los ojos de ella, sintió como su corazón se empezaba a acelerar y con cada frase que su adonis cantaba mirándola fijamente sentía como su entrepierna latía y se empezaba a humedecer.  Esa canción era una declaración directa ante más de cien personas.

Cuando Juanda terminó su interpretación y se fue hacia los camerinos, sentía que no iba a poder controlar más las ganas que lo invadieron cuando la vió desde el escenario, de bajar y comérsela a besos.

Beatriz estaba perdida en las sensaciones que la voz de Juanda había dejado en su cuerpo, cuando sintió que alguien tocaba su mano y escuchó una voz ronca que la saludaba, sacándola del estado de estupor en el que se encontraba.


  • Beatriz, que hermosa coincidencia. – Mario la había visto mientras era acompañado por uno de los acomodadores hacia los asientos de la primera fila, destinados a los invitados especiales y no iba a perder la oportunidad de estar junto a ella, más aún si el lugar a su lado estaba libre.


  • ¡Mario!  Esto sí que es una sorpresa. ¿Cómo así está por aquí? - este encuentro inesperado la había tomado desprevenida, nunca se hubiera imaginado encontrarse en un lugar así con el “Hombre de Hielo”, apenas terminó de hablar se dio cuenta que su reacción podía ser tomada a mal por su cliente y se sintió totalmente desorientada.


  • Sí que lo es, pero una sorpresa muy buena – contestó Mario mientras se acercaba y le daba un beso en la mejilla. – Soy uno de los benefactores del conservatorio, cada año me invitan a este evento y trato de asistir siempre.


  • Mira que el mundo si es pequeño – exclamó Beatriz, y se dio cuenta que su hijo los miraba con cara de pocos amigos – Alex, te presento al Sr. Mario Wright, Mario mi hijo Alex.


  • Mucho gusto jovencito –  estiraba la mano para estrechar la del muchacho en señal de saludo.


  • Mucho gusto – tomó la mano de Mario de muy mala gana, mientras veía a su madre.


  • Y ustedes ¿qué hacen por aquí? – se apresuró a preguntar a Beatriz.


  • Mi hija, Sasha, va a participar en el concierto y venimos a apoyarla.


  • Que interesante – era la oportunidad perfecta para conocer a los hijos de la mujer que se estaba robando su corazón.




Mientras el concierto se desarrollaba,  Beatriz conversaba con Mario y sentía que alguien la observaba, esto la estaba poniendo muy incómoda.  Así que optó por buscar entre los presentes la mirada que tan insistentemente le estaba perturbando.  De repente, al levantar la vista a la platea pudo verlo. 

Esteban estaba ahí, mirándola como si quisiera incinerar a quien la acompañaba.  De pronto él se levantó y empezó a bajar las escaleras.  Un vacío se instaló en el estómago de Beatriz, no podía creer que pudiera acercarse a ellos y menos teniendo a Alex a su lado, pero ya no conocía al hombre que estaba mirando y no sabía de qué podía ser capaz.  Así que rápidamente decidió levantarse e ir a su encuentro con  la excusa de ir al baño.  Para Mario, el nerviosismo de Beatriz no pasó desapercibido, pero dejó que se fuera no sin estar pendiente de ella.

Beatriz pasó junto a Esteban y se dirigió hacia los baños mientras él la seguía de cerca.  Antes de llegar a la puerta respiró profundo, se llenó de valentía y giró para encontrarse con la mirada penetrante del que había sido su más grande amor.


  • ¿Qué demonios crees que haces aquí? – hablaba apretando los dientes, tratando de contenerse, porque sabía que no podía gritar en aquel lugar.


  • ¿Qué estás haciendo tú con ese vejete en el concierto de Sasha? – sus ojos estaban inyectados de sangre y respiraba con dificultad, los celos le estaban nublando la mente.  Su voz retumbó en el gran pasillo, a él no le importaba en dónde se encontraba, sólo sabía que ella era suya y que nadie siquiera la debía tocar.


Al ver la actitud de Esteban, Beatriz lo empujó hacia el baño de mujeres para que no llamara la atención, lo que menos quería es que se dieran cuenta de su presencia, mucho menos sus hijos.  Entró al baño y la indignación hacía que todo su cuerpo temblara.


  • ¿Qué parte de que puedo hacer con mi vida lo que me dé la gana no entiendes? – no pensaba darle ningún tipo de explicación, aunque el encuentro con Mario había sido casualidad.


  • Nadie, escúchame bien, nadie puede tocarte – se lo decía mientras la tomaba, con fuerza, por los brazos y la atraía hacia él.


  • Me estás haciendo daño – en ese momento Beatriz se dio cuenta que, haberse metido al baño no había sido la mejor idea y el temor se instaló en su garganta, haciendo que su voz temblara y su palabras sonaran como una súplica, mientras trataba de soltarse del agarre.


  • Tú eres solo mía y siempre será así – cada vez la apretaba más fuerte y el sentimiento de rabia que tenía fue dando paso al deseo, al sentir el cuerpo de su mujer tan cerca suyo – tú me perteneces.


  • ¡Estás loco! – le gritó, sintiendo como el miedo ya no solo estab instalado en su garganta sino que se había apoderado de todo su cuerpo y hacía que éste temblara.  Mientras veía cómo los ojos de Esteban se desorbitaban y se tornaban más negros que nunca.  Entonces supo que estaba perdida, estaba a la merced de lo que él le quisiera hacer, no podría defenderse de lo que estaba por pasar y se temía lo peor.



Esteban al verla tan altiva, quiso convencerla de sus palabras  y asaltó su boca con ferocidad, tratando de que le permitiera ingresar la lengua en su interior.  Al no conseguirlo y sentir el rechazo de Beatriz, agarró con sus dientes el labio inferior de ella hasta sentir como se clavaban en él y estaban a punto de desgarrarlo.

Beatriz no pudo soportar más y abrió la boca, soltando un gemido de dolor, momento que él aprovechó para introducir su lengua e invadir cada rincón de la boca de su gran obsesión.  Ella no podía hacer nada para detenerlo, la tenía tan fuertemente apretada a él que la había inmovilizado.  Ante la impotencia del momento, las lágrimas empezaron a deslizarse por el borde de sus ojos, mientras sentía que, si había quedado aunque sea una pizca del amor, que había sentido por aquel hombre, él se estaba encargando de matarlo en ese instante.

Cuando se sintió saciado, le acarició la mejilla empapada de lágrimas, con el pulgar al tiempo que le decía:


  • Princesa, no luches más contra lo inevitable ¿no te das cuenta que igual vas a terminar volviendo a mí?



Al escuchar esas palabras, Beatriz no pudo soportarlo más y en un impulso de ira, levantó la mano y le propinó una sonora bofetada en la mejilla a Esteban y salió corriendo a esconderse en el cubículo más cercano, encerrándose segundos antes que Esteban golpee la puerta con la palma abierta, al tiempo que decía:


  • Esto no se va a quedar así, Beatriz, vas a pagar caro tu osadía - golpeó nuevamente la puerta del cubículo y el sonido hizo saltar a Beatriz, quien pensaba que en cualquier momento forzaría el pequeño picaporte que la sostenía y la arrastraría fuera de él.



Pues tendrá que hacerlo, porque no pienso salir de aquí hasta sentirme segura y con él nunca lo volveré  estar – pensó.


  • ¡MIERDA! – gritó Esteban que, como si leyera la mente de Beatriz, supo que quedándose ya no conseguiría nada, así que decidió irse, no sin antes recordarle a Beatriz el poder que él tenía – puedes huir pero no ocultarte, princesa, siempre estaré un paso delante de ti, siempre sabré dónde estás – y salió del baño y del auditorio.  Ese beso le había alborotado las hormonas y debía saciarlas con alguien, recordó al nuevo personal del Éxtasis así que decidió ir a ver cuál le apetecía.



Beatriz no podía parar de temblar, al escuchar la puerta del baño cerrarse todo su cuerpo perdió la poca entereza que le quedaba y lentamente fue cayendo con la espalda pegada a la pared, hasta quedar sentada en el suelo con las piernas recogidas, se abrazó a ellas y hundió la cara entre sus rodillas.   De pronto recordó la sensación de la lengua de Esteban dentro de su boca y las arcadas no tardaron en llegar, pero no pudo expulsar nada porque su estómago estaba vacío.  Las lágrimas no paraban de salir, y sentía que su pecho se empezaba a cerrar, estaba empezando a tener otro ataque de pánico.  Poco a poco sentía que cada vez le faltaba más el aire y cuando estaba a punto de dejarse llevar por la inconsciencia, escuchó a lo lejos la voz de Mario que la llamaba y tocaba a la puerta.


  • Beatriz, Beatriz ¿te encuentras bien? – podía escucharla llorar detrás de la puerta del cubículo y lo único que quería era poder consolarla – abre la puerta por favor, Beatriz, ¿me escuchas? – estaba empezando a desesperarse y pensó en la posibilidad de forzar el cerrojo para poder llegar a su querida Beatriz. 


Cuando, no podía más con la incertidumbre y estaba punto de hacerlo, la puerta se abrió y pareció una Beatriz con la cara roja y los ojos hinchados de tanto llorar.  La miró  y ese hielo que tanto tiempo había ocupado su corazón se derritió al verla tan indefensa.  La cubrió con sus fuertes brazos mientras ella hundía el rostro en su pecho y se aferraba a él como un naufrago a un salvavidas, y empezó a llorar liberando toda la tensión que había acumulado minutos antes.


  • Tranquila pequeña – le decía Mario mientras con una mano la sostenía por la espalda y con la otra acariciaba su larga cabellera – ya estoy aquí, no permitiré que nadie te haga daño.



Beatriz levantó la mirada y se encontró con esos ojos celestes como el hielo, llenos de una ternura indescifrable.  Se sentía violada, ultrajada, quería borrar el sabor amargo de los besos de Esteban.  Sin pensarlo se acercó a los labios de Mario y le dio un beso impregnado de desesperación, esperando que estos nuevos labios borraran el dolor que los anteriores le habían causado.

Mario se sorprendió ante el accionar de Beatriz, pero no iba a desaprovechar la oportunidad de poder saborear esos labios que tanto había deseado.  Correspondió el beso con ternura y pasión, quería que ella supiera, a través de sus labios, cuan importante era en su vida y cuanto significaba que ella hubiera tomado la iniciativa al besarlo.



De repente Beatriz fue totalmente consciente  de lo que estaba haciendo y lentamente se alejó del hombre que la tenía abrazada brindándole su protección.

  • Lo siento Mario, no sé que me pasó – se apresuró a disculparse.


  • Tranquila, no me des explicaciones. Ya hablaremos de esto en otro momento – replicó mientras la miraba perdido en sus ojos aceitunados – Ahora, es mejor que nos demos prisa, creo que está cerca el turno de tu hija, además no queremos que Alex se preocupe.


Beatriz afirmó con la cabeza, se refrescó el rostro y trató de arreglarse lo mejor posible, lo último que quería era que su hijo se diera cuenta de que había llorado y empezara a hacer preguntas.


La interpretación de Sasha fue espectacular, tanto que Beatriz no pudo esperar hasta que ella saliera para felicitarla, sino que apenas terminó el concierto se levantó y fue a buscarlas a los camerinos.  Preguntaba a todas las personas con las que se encontraba por su hija, pero nadie sabía dónde estaba; así que optó por buscarla en cada uno de los camerinos.

Cuando estaba a punto de darse por vencida, abrió la puerta del camerino que estaba al final del pasillo y se encontró con la visión más espectacular que sus ojos podrían ver.  Ahí en la mitad de la habitación estaba su adonis con los pantalones negros que había usado en su presentación, de cerca se podía admirar mucho mejor lo bien que lucía con ellos.  Al subir la mirada, pudo deleitarse con su hermoso torso que parecía tallado en piedra,  esa boca que la estaba volviendo loca y  por último terminó su sensual recorrido en los hermosos ojos color chocolate del amante de sus sueños.

Se quedaron mirando fijamente, la contemplación con  que Juanda la observaba hizo que Beatriz bajara su mirada.  Él aprovechó su reacción para acortar la distancia que los separaba para encontrarse con esos labios carnosos que tanto había anhelado besar y sentir su sabor.
Cuando la tuvo a pocos centímetros de él, pudo percibir el delicioso aroma que desprendía de su piel, la tomó entre sus brazos mientras se cerraba la puerta y la llevaba hacia el interior del camerino.  Estaban perdidos el uno en los ojos del otro.  Sin poder contenerse más Juanda la besó con tal pasión, delirio y frenesí que Beatriz solo pudo dejarse llevar.  Era arcilla entre sus manos.  Recorrió sus manos por el  cuello de su sueño hecho realidad y las enredó en su cabello, mientras él pasaba las manos por su cintura y la aferraba hacia su cuerpo y la dirigía hacia el mostrador, donde ella quedó apoyada sobre sus caderas y de espaldas al espejo. 

El sabor de los labios de Beatriz era tan dulce que lo inundaba todo, dentro de sí, sus manos empezaron un viaje de subida y bajada por los muslos de la hermosa mujer que  tenía entre sus brazos.  Las manos de Juan Daniel quemaban tanto sobre la fina tela de su vestido que Beatriz ya no podía pensar en nada, lo único que salía de su boca eran pequeños gemidos que se iban incrementando a medida que él aumentaba la fuerza de sus caricias.  Poco a poco se sintió más osado y se atrevió a subir la falda del vestido de Beatriz hasta sentir el borde de su ropa interior y fue bajando hasta llegar al centro de su intimidad.  No podían para de besarse, se necesitaban mutuamente como si solo pudieran respirar el aliento uno del otro y cada vez sus besos  se hacían cada vez más intensos.
Juanda quería impregnarse del sabor de su piel, quería llenarse de ella.  Abandonó su boca y Beatriz le reclamó su abandono con un gemido de protesta, para bajar por su cuello hasta sus pechos mientras los liberaba del vestido y el sujetador para besarlos y acariciarlos con una veneración que hizo a Beatriz gemir más fuerte.  Con su lengua, sus labios y la punta de sus dedos torturaba sus pezones ya duros de placer, hasta que logró el objetivo más anhelado por él, sentir cómo ella explotaba entre sus brazos con un gemido profundo, éxtasis que ella no supo distinguir totalmente por la desesperación del momento.



Estaban sumidos en su mundo de pasión, cuando escucharon una voz muy conocida por ellos.




  • ¿Profesor Juan Daniel, se encuentra ahí? – Preguntaba Sasha a través de la puerta, mientras le daba pequeños golpecitos.